Es curioso cómo se dan las cosas. Terminamos el viaje en ésta etapa de camioneta de la misma forma a como la empezamos, es decir, durmiendo en la camioneta. Capaz que aquél primer día en Brujas no lo esperábamos, pero así se dieron las circunstancias. De todas formas, nuestro descanso se dio en condiciones mucho más “dignas” que en Brujas, pues contábamos con un miembro menos del grupo, y además habíamos sacado las valijas de la camioneta, lo cual nos permitió reclinar las butacas independientes de la nave que tuvimos por un par de meses, y verdaderamente, la diferencia se notó.
Al levantarnos a la mañana, lo primero que hicimos fue quitar todos los artículos que aún estaban en la camioneta, y que nos acompañaron durante éste tiempo, para así poder entregarla a la rentadora. Henry y Mauricio fueron a llevarla y por suerte la entregaron sin ningún problema. El gran miedo que yo tenía por lo menos, era de tener algún inconveniente con la camioneta como por ejemplo chocarla o algo así, pero por suerte nada de eso ocurrió. Salimos sanos y salvos!!! Fue un gran alivio.
Después de eso lo único que nos quedaba a nosotros cuatro era esperar a tomarnos el avión. Pero el tiempo pasó bastante rápido, así que no tuvimos inconveniente.
A la hora señalada, Henry y yo nos debíamos tomar el avión rumbo a Chicago, e implicaba la despedida de Albert y Mauricio, que se tomaba el vuelo a Nueva York. Era el fin de una etapa.
Lo gracioso de todo esto es que volvimos a recuperar las casi 8 horas del día que habíamos perdido a la ida a Japón, cinco meses atrás. Salimos a las 12 p.m. aproximadamente, y luego de 10 horas de viaje, llegamos a eso de las 4 de la tarde a Chicago.
Y aquí en Chicago estaba comenzando éste último capítulo del largo libro que hemos escrito. Pero ahora solamente Henry y yo. Me animaría a decir que estaba comenzando la tercera parte de éste viaje, habiendo tenido las instancias previas de excursión (en Asia y Medio Oriente), y de camioneta (en Europa).
Luego de haber retirado las valijas, averiguamos cómo ir al centro de la ciudad. Lo más económico era ir en metro, lo cual nos llevó una hora y veinte minutos más o menos. La parada de subte quedaba a unas 4 cuadras del albergue, distancia no tan corta considerando todo el equipaje que llevábamos. Al arribar al centro, quedamos sorprendidos por la amabilidad de los lugareños, algo que no nos imaginábamos. Sin preguntarle a nadie, las personas nos ayudaban y nos daban indicaciones de cómo llegar a nuestro destino. Ahí nos dimos cuenta de que la íbamos a pasar muy bien, y por suerte así fue.
Luego de instalarnos en el albergue, y viendo que estábamos muy cansados, nos acostamos, y a pesar de ser muy temprano (tan solo las 8 de la noche), nos quedamos dormidos, sin siquiera salir a cenar…
Al levantarnos a la mañana, lo primero que hicimos fue quitar todos los artículos que aún estaban en la camioneta, y que nos acompañaron durante éste tiempo, para así poder entregarla a la rentadora. Henry y Mauricio fueron a llevarla y por suerte la entregaron sin ningún problema. El gran miedo que yo tenía por lo menos, era de tener algún inconveniente con la camioneta como por ejemplo chocarla o algo así, pero por suerte nada de eso ocurrió. Salimos sanos y salvos!!! Fue un gran alivio.
Después de eso lo único que nos quedaba a nosotros cuatro era esperar a tomarnos el avión. Pero el tiempo pasó bastante rápido, así que no tuvimos inconveniente.
A la hora señalada, Henry y yo nos debíamos tomar el avión rumbo a Chicago, e implicaba la despedida de Albert y Mauricio, que se tomaba el vuelo a Nueva York. Era el fin de una etapa.
Lo gracioso de todo esto es que volvimos a recuperar las casi 8 horas del día que habíamos perdido a la ida a Japón, cinco meses atrás. Salimos a las 12 p.m. aproximadamente, y luego de 10 horas de viaje, llegamos a eso de las 4 de la tarde a Chicago.
Y aquí en Chicago estaba comenzando éste último capítulo del largo libro que hemos escrito. Pero ahora solamente Henry y yo. Me animaría a decir que estaba comenzando la tercera parte de éste viaje, habiendo tenido las instancias previas de excursión (en Asia y Medio Oriente), y de camioneta (en Europa).
Luego de haber retirado las valijas, averiguamos cómo ir al centro de la ciudad. Lo más económico era ir en metro, lo cual nos llevó una hora y veinte minutos más o menos. La parada de subte quedaba a unas 4 cuadras del albergue, distancia no tan corta considerando todo el equipaje que llevábamos. Al arribar al centro, quedamos sorprendidos por la amabilidad de los lugareños, algo que no nos imaginábamos. Sin preguntarle a nadie, las personas nos ayudaban y nos daban indicaciones de cómo llegar a nuestro destino. Ahí nos dimos cuenta de que la íbamos a pasar muy bien, y por suerte así fue.
Luego de instalarnos en el albergue, y viendo que estábamos muy cansados, nos acostamos, y a pesar de ser muy temprano (tan solo las 8 de la noche), nos quedamos dormidos, sin siquiera salir a cenar…
1 comentario:
Yo fui a acampar a Parque del Plata
che, que me miras con esa cara, cada uno hce lo que puede :P
Que buen viajeli, loco ;)
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